martes, 12 de enero de 2010

UNA CANCHA PARA LA COMUNIDAD ... una realidad a medias

Una cancha deportiva hace algunos años era una la de las principales necesidades para los niños adolescentes y no tan adolecentes de la época. Era ya común ver en esos tiempos aros y tableros de basket improvisados en la orilla de la carretera en los cuales se juntaban todas las tardes gran cantidad de personas a jugar "3 3" era normal escuchar el eco producto del sonido del balón hasta que ya la oscuridad hacia imposible la competencia. Uno de los más visitados era el que se encontraba al frente de la casa de Lucía.

Lo más importante y rescatable era la organización y esfuerzo para conseguir los insumos deportivos con la comisión de deporte de la Alcaldía de Libertador en ese entonces presidida por el Prof. Luis Aliendres. El ese clima fuimos creciendo y nos tocó salir de la Cumbre en busca de mejoras, pero al encontrarnos de nuevo en temporadas, era casi inevitable reunirnos a jugar el respectivo "3 pa 3".

Años más tarde se construyó una cancha deportiva al lado de la Jabilla. Aunque se debe reconocer que no fue el mejor trabajo de ingeniería, mal que bien allí está.

Hoy día, se puede ver con mucha contrariedad, que ya los muchachos no juegan basket ni pelotica de goma, chapíta ¿a que se dedican en sus ratos libres? Eso si es una verdadera incógnita.

De manera muy particular creo que esto es consecuencia de la descomposición del gentilicio local del Cumbrero que trae como consecuencia la apatía a las actividades, labores, tradiciones que en un momento constituyeron el atractivo principal de este pueblo. La gente abandonó por completo los manantiales, la siembra de la tierra y la recolección de frutos. Para hacer un sancocho hay que comprar la verdura en los mercados. Esta herencia de inutilidad es la que le estamos dejando tal ves sin darnos cuenta a las nuevas generaciones que inevitablemente tomarán en camino más corto para conseguir dinero.

Cabe destacar que esto sucede en muchas partes del país, donde la gente mediante protestas consiguen que se construya una cancha y está termina en el mejor de los casos utilizada para meter minitecas.

¿Que debe pasar para que la gente abra los ojos y se de cuenta que abandonar lo que somos como pueblo no es la salida?

Aunque debo confesar que en medio de todo me causó mucha alegría ver a unos 4 niños entre 6 y 10 años jugando "fusila'o" por lo que creo que no todo está perdido. Puedo presumir que ya habían gastado todo el dinero para comprar fosforitos.

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